domingo, 1 de febrero de 2009

El punto y la coma

El Punto y la Coma
Desde el 17 de agosto del 2007, cuando en uno de los salones del Jockey Club de Santiago del Estero, se realizó el lanzamiento oficial de la edición regional de la revista "El punto y la coma", ricos artículos adornados por buenas imágenes que relatan sobre nuestra historia y cultura, llenan algunas veces mi tiempo de lectura y reflexión.

La revista, de la que varias veces he opinado aquí es muy buena, la considero una interesante e importante forma de difundir nuestra cultura y forma parte importante del revistero de mi casa, como lo es en el revistero de muchos santiagueños y habitantes de las provincias hermanas del NOA, donde también se publica.

En el día de hoy tuve la grata sorpresa de leer un artículo en el diario
El Liberal, escrito por Alfonso Nassif, que replico a continuación:

Una publicación importante: El punto y la coma

Se trata de un periódico que llegó a los 40 números culturales, un récord en Santiago del Estero.

La aparición de la revista “El punto y la coma” es, desde hace poco más de dos años, uno de los acontecimientos más relevantes en la actualidad de la cultura y la educación del norte. En Santiago del Estero, desde hacía unos veinte años que no se lograba una producción similar, cuando la municipalidad de la capital, puso fin a los “Cuadernos de cultura” que editaba bajo la dirección del poeta Ricardo Dino Taralli. Como ocurre y ocurrió casi siempre con este tipo de periodismo, tanto científico, educativo o cultural, en esto a lo que llamamos bellas artes.

La revista sale quincenalmente, lo que la hace más difícil en el vértigo periodístico, a pesar de eso, su director, Ariel Horacio Sequeira y su subdirector, Juan Manuel Aragón, saben lo que quieren y, sobre todo, demostraron tener una gran experiencia como periodistas gráficos. Ambos trabajaban en otros medio periodístico. Pero antes de su experiencia periodística Sequeira ya era un reconocido locutor que se había desempeñado en varias radios de frecuencia modulada, mientras Aragón había ganado algunos premios provinciales como escritor de cuentos. Quiere decir que esta vez la tarea de intentar una revista de cultura y educación desde Santiago, no estaría solamente en manos de un grupo de hombres ligados a un pensamiento cultural, sino que la tarea estaría a cargo de dos profesionales del periodismo, lo que garantiza la ecuanimidad en la elección de temas, la absoluta imparcialidad en cuanto a los enfoques de los autores que enviaran sus colaboraciones, una diagramación impecable y, en fin, un profesionalismo que, a esta altura de las publicaciones (ya lleva 40 números), nadie discute.

La tarea es fácil y difícil a la vez. Es fácil porque vivimos en una de las regiones culturalmente más ricas de la Argentina, como que es la más antigua, la más sufrida y la que guarda en el corazón de su sencilla gente el más antiguo caudal de costumbres, ritos y folklore de la Argentina. Pero a la vez, en muchas ocasiones es complicado entender situaciones políticas y sociales que se dan en la región, si no se ha nacido y criado en estos pagos. Además, no hay que olvidarse de que al lado de lo que los porteños conocen como el estereotipo del hombre del norte, sencillo, hospitalario, bonachón y algo ingenuo, también hay una importante tradición intelectual, una intensa vida universitaria y una gran asimilación de lo que entregan los medios de comunicación de todo el mundo, incluida esa formidable arma moderna que es internet.
Como no podía ser de otra manera, los temas que se tratan en la revista, van desde la poesía, hasta la violencia en las escuelas, pasando por la pérdida de la palabra en las radios de frecuencia modulada, la vida y la obra de algunas poetisas o la demora en la transformación educativa luego de la sanción de la última ley nacional de educación. Entre otros.

Esta vez la intentona era en serio, por la importancia de la institución que financiaba los trabajos, el Sindicato Argentino de Docentes Privados, por lo que no cabía desesperarse por tocar ciertos temas, ya que, con dejar que maduraran, solitos irían cayendo, redondos y pulidos, en sus páginas. A mitad del camino, en agosto del 2007, con importantes aportes financieros, esta vez del sindicato en el orden nacional, la revista se hizo regional, es decir que comenzó a abarcar no solamente la cultura de Santiago sino algunos aspectos relevantes de Salta y Tucumán, lugares donde también se la comenzaría a repartir. En la presentación de ese primer número interprovincial, en el Jockey Club de Santiago, confieso que lo primero que me impresionó fue el entusiasmo con que sentí hablar de esta clase de empresas culturales, a los representantes del gremio de las tres provincias y al enviado nacional del sindicato. Ese día también me enteré de que Sequeira y Aragón abandonaban el diario en el que estaban trabajando hasta ese entonces, para dedicarse de lleno a esta tarea. Esa noche, en la presentación dije que las revistas de cultura cobraban otra dimensión también el día que desaparecían, pues se convertían en una especie de objetos arqueológicos para las generaciones por venir. Recordé el grupo “La Brasa” y la revista que publicó a fines de la década del 30, en Santiago, y “Tarja”, de Jujuy que, igual que “El punto y la coma”, venían a convocar a los más grandes pensadores y artistas de la región, para entrevistarlos o pedirles que les entreguen sus trabajos periodísticos más originales.

En las provincias, aún cuando muchos no conozcan Buenos Aires, casi todos sabemos al detalle en qué están los porteños, qué hacen, qué piensan, qué está de moda, quiénes son los pensadores que más dejan oír su voz, cuáles han sido dejados de lado, qué corrientes de pensamiento nacidas al otro lado del mundo han llegado al Río de la Plata y sus alrededores, quiénes son sus mentores y qué buscan. No lo sabemos por generación espontánea, sino porque la enorme industria periodística y cultural de la Capital se encarga de mostrarnos eso y mucho más. A veces los periodistas porteños se acuerdan de que las provincias también existen, entonces anuncian que cada dos números de alguna revista saldrá una nota de lo que llaman “el interior”, como si ellos vivieran en alguna parte del exterior, como si Buenos Aires fuera parte de una periferia distinta, galáctica o, pensando mal, superior al resto. Y pretenden abarcar en un solo suplemento toda la cultura de una provincia en el acotado espacio de 18, 20 o 50 páginas, como si con una mirada periodística de unos cuantos días de un enviado especial, instalado en un hotel del centro de una capital, más un fotógrafo y un buen catalogo de los nombres más representativos, bastara para mostrar todo lo que ha proveído, está dando y tiene para entregar una provincia. De esta manera se han cometido graves errores en publicaciones supuestamente serias y conocidísimas de la capital, en trabajos apresurados, plagados de clichés aptos solamente para el consumo de la gente de Buenos Aires, con ausencias más que notorias y desconocimientos mayúsculos de las costumbres y usos de la gente de cada una de las provincias.

Uno de los motivos de la aparición de “El punto y la coma”, según comentaron sus directivos, era terminar con el complejo de que solamente los porteños tienen la capacidad de vernos como somos. Y mostrarnos al mundo de otra manera, con nuestros propios códigos, que comienzan con nuestra suave pronunciación de las erres, pasan por nuestras comidas regionales y llegan hasta una concepción filosófica de esta parte de la Argentina, tal como lo mostró el pensador Gaspar Risco Fernández, en una entrevista que se publicó en la revista. Es decir que, como todas las regiones de la Argentina, tenemos lo nuestro para decir, para contar, para mostrar, más allá de toda la folklorería que –por comodidad o pereza intelectual- muchas veces se nos atribuye. Con un poco de ayuda lo estamos haciendo.

La revista “El punto y la coma” es el producto maduro de dos hombres de prensa santiagueños, apoyados por reconocidos intelectuales santiagueños como Alberto Tasso, Carlos Zurita, Jorge Rosenberg, Liliana Herrera, Antonio Cruz, Julio Carreras, Juan Edgardo Paz y otros muchos que colaboran con ellos, no solamente con notas y entrevistas sino abriéndoles las puertas del resto de las provincias del norte, brindándoles datos y direcciones de amigos que consiguieron en el largo camino por conocer y mostrar el norte de la Argentina. Así, esta revista ha entrevistado o ha publicado notas de músicos, teatristas, poetas, pintores, escultores, actores, relevantes o desconocidos de la región y de Chaco, Neuquén, San Luis y otras provincias, incluida Buenos Aires y la Capital Federal. Su espíritu no es hacer que una idea prevalezca sobre otra, como podría ser una publicación comprometida con algún pensamiento de la época, sino mostrar todas las tendencias, todas las modas, todas las filosofías, todas las maneras de ver la vida que tiene una de las regiones con más historia vivida de la Argentina, una de las más postergadas, una de las más sufridas. Se ha dado el caso de que un entrevistado, queriéndolo o no, sabiéndolo o no, contradice lo que expresó otro, que una nota se opone a la concepción de otra, pero así es la vida también aquí, a veces entendible, a veces contradictoria.

Debo destacar la importancia de que un gremio nacional se ocupe de financiar una revista de estas características, que lo haga sin pedir nada a cambio y que exprese su generosidad de una manera tan abierta a toda la gama de pensamientos que se presentan en la sociedad, aunque no coincidan con los suyos. En los tiempos que corren, no es frecuente que un particular tenga este rasgo de generosidad con la sociedad, entregándole gratis una revista de la calidad de “El punto y la coma”.

Algunos piensan que la vida es un dejarse estar, no es el caso de los directivos de la revista que, este año, a despecho de la crisis internacional en ciernes, apuestan a abrir la publicación hacia otros rumbos. Luego de arduas conversaciones, se debatió acerca de la necesidad de integrar una provincia más a sus páginas. En las discusiones se puso en la balanza si era más conveniente Jujuy o Catamarca. Ganó la postura que sostenía a Catamarca como más factible para que tenga presencia permanente, más que nada por la proximidad geográfica con Santiago. Los últimos días de diciembre, Aragón estuvo allí, tomando contacto, entre otros, con el reconocido historiador Armando Raúl Bazán y con la prestigiosa escritora Hilda Angélica García, quienes prometieron su colaboración para el emprendimiento. De todas maneras, no dudo de que en cualquiera de los viajes de Aragón a Salta, ha de darse una vuelta por Jujuy, más que nada para ir preparando el camino para lo que podría ser, ahora sí, la gran revista que el norte argentino está esperando. El Liberal.


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